domingo, 8 de noviembre de 2015

Tercera entrega "La Acción Humana"

TERCERA PARTE, CAPITULO 2

7. Objetivo y metodología especifica de la historia

     El análisis de los múltiples acontecimientos referentes a la acción humana constituye el objeto de la historia.  Se afirma que la historia debería reflejar como sucedieron efectivamente los hechos, sin valorar ni prejuzgar (wertfrei, es decir, sin formular ningún juicio valorativo).  La obra del historiador tiene que ser fiel trasunto del pasado. 

Pero lo que sucede es que una autentica y plena reproducción del ayer exigiría recrear el pasado entero, lo cual, por desgracia resulta imposible. La historia no equivale a una copia mental; es más bien una imagen sintetizada de otros tiempos, formulada en términos ideales. 

El historiador debe ordenar los hechos, según el ideario que informe su exposición,  por eso se limita a destacar aquellos hechos que estima pertinentes.  El historiador, desde luego, no debe dejarse influir por prejuicios ni dogmas partidistas. Quienes manejar los sucesos históricos como armas dialécticas en su controversias no son historiadores, sino propagandistas yy apologistas. El historiador aspira ante todo, al conocimiento. 

Se ha dicho que el historiador no puede evitar el juicio valorativo, ha de discriminar, ha de destacar ciertos aspectos que estima de mayor trascendencia, silenciando otras circunstancias. Tal selección, se dice, implica ya un juicio valorativo.   El curso de la historia depende de las acciones de los individuos y de los efectos provocados por los juicios de valor de los interesados, es decir, por los fines que ellos mismo desean alcanzar y los medios que a tal objeto aplican.  La genuina tarea del historiados estriba siempre en interpretar las cosas tal y como sucedieron. 

Una cosa es comprender históricamente una obra de arte, ponderando su trascendencia, significación e influjo en el fluir de los acontecimientos y otra muy distinta apreciarla como tal obra artística, compenetrándose con ella emocionalmente. 

La historia económica es posiblemente solo en razón a que existe una teoría económica, la cual explica las consecuencias económicas de las actuaciones humanas.  Sin doctrina económica, toda historia referente a hechos económicos no sería más que mera acumulación de datos inconexos, abierta a las más arbitrarias interpretaciones. 


8. Concepción y comprensión

     La misión de las ciencias de la acción humana consiste en descubrir el sentido y trascendencia de las distintas actuaciones.  A tal efecto, recurren a dos diferentes procedimientos metodológicos: la concepción y la comprensión.  Aquella es la herramienta mental de la praxeología; esta la de la historia.  El conocimiento praxeológico es siempre conceptual.  Se refiere a cuanto es obligado en toda acción humana.  Implica invariablemente manejar categorías y conceptos universales. 

Como ya antes se hacía notar, hay quienes suponen que la historia nunca puede ser realmente científica, ya que la comprensión histórica está condicionada por los propios juicios subjetivos de valor del historiador.   Cada nación, partido o grupo lingüístico tiene sus propios narradores y sus particulares ideas históricas. 

     El historiador advierte los fenómenos, que después reflejara mediante el ponderado análisis crítico de las fuentes.  Siempre que sean razonablemente fidedignas y ciertas las teorías de las ciencias no históricas que el historiador maneja al estudiar sus fuentes, no es posible ningún arbitrario desacuerdo respecto al establecimiento de los fenómenos en cuanto a tales. 

Ahora bien, los historiadores discrepan con frecuencia en lo atinente a las propias enseñanzas de las ciencias no históricas.  Resultan, así, discordancias por lo que se refiere al examen crítico de las fuentes y a las conclusiones que de ello se derivan.  Surgen insalvables disparidades de criterio.  Pero es de notar que estas no obedecen a opiniones contrarias en torno al fenómeno histórico en sí, sino a disconformidad acerca de problemas imperfectamente resueltos por las ciencias de índole no histórica. 

Solo si se cree que los hechos, por si solos, escriben su propia historia en la tabula rasa de la mente es posible responsabilizar a los historiadores por sus diferencias de criterio; ahora bien, tal actitud implica dejar de advertir que jamás la historia podrá abordarse más que partiendo de ciertos presupuestos, de tal suerte que todo desacuerdo en torno a dichos presupuestos,  es decir, en torno al contenido de las ramas no históricas del saber, ha de predeterminar por fuerza la exposición de los hechos históricos.  El historiador elige, de entre la infinidad de acaecimientos anteriores al hecho examinado, aquellos capaces de provocarlo - o de retrasar su aparición - , descartando aquellas otras circunstancias carentes, según su personal concepción de las ciencias no históricas, de cualquier influjo. 

Cada generación se ve en el caso de abordar, una vez más, los mismos problemas históricos, por cuanto se le presentan bajo nueva luz.  En el mundo de lo económico no hay relaciones constantes, por lo cual toda mediación resulta imposible.  Fuera del campo de la historia económica, nadie supuso jamás que las relaciones humanas registraran relaciones constantes. 

Si se debiera a una insuficiencia técnica, cabria al menos en ciertos casos, llegar a cifras aproximadas.  Pero no; el problema estriba, como se decía, en que no hay relaciones constantes en el mundo de la economía. Nos ilustran acerca de los que sucedió en un caso especifico que no volverá a repetirse. 

Tan solo mediante la comprensión puede el investigador ordenar los distintos factores causales con criterio cuantitativo en relación a los efectos provocados. En el terreno de la historia, la comprensión equivale, por así decirlo, al análisis cuantitativo y a la mediación. 

La comprensión aspira a ponderar la importancia específica de cada circunstancia histórica.  La libertad del historiador se halla limitada por la obligación de explicar racionalmente la realidad. Su única aspiración debe ser la de alcanzar la verdad. 

La comprensión histórica nunca puede llegar a conclusiones que hayan de ser aceptadas por todos. 
La comprensión en ningún modo es privilegio exclusivo de los historiadores, todos al observar de algún modo realizamos operaciones que no hacen observar la vida como historiador.  El hombre mira al futuro, por así decirlo, con ojos de historiador. 

Historia natural e historia humana

Al decir historia, pensamos exclusivamente en historia de las actuaciones humanas, terreno en el que la comprensión constituye la típica herramienta mental. 

9. Sobre los tipos de ideales

La historia interesa por hechos singulares e irrepetibles, es decir, por ese irreversible fluir de los acaecimientos humanos.  Aunque únicos e irrepetibles, los hechos históricos tienen un rasgo común: son acción humana.  La historia ordena y clasifica los innumerables acaecimientos con arreglo a su respectiva significación. 

El tipo ideal es un resultado de la comprensión de los motivos, las ideas y los propósitos de los individuos que actúan, así como de los medios que aplican.  Sin la ayuda de los tipos ideales no es posible abordar ningún problema histórico. 

De una forma u otra, cualquier acontecimiento histórico ha de ser e interpretado sobre la base de tipos ideales. 

El tipo ideal no viene a condicionar la compresión; antes al contrario, es el deseo de una más perfecta comprensión lo que exige estructura y emplear los correspondientes tipos ideales. 

Los tipos ideales se constituyen mediante ideas y conceptos formulados por las ciencias de índole no histórica.  Los tipos ideales, desde luego, brindan las ineludibles herramientas mentales que el estudio de la historia exige. El concepto económico de “empresario” no coincide con el tipo ideal “empresario” que la historia económica y la economía descriptiva manejan.  (Una tercera significación corresponde al concepto legal de “empresario”).  El término “empresario”, en el terreno económico, encarna una idea precisa y especifica, idea que, en el marco de la teoría del mercado, sirve para designar una función claramente individualizada.   El ideal tipo histórico de “empresario” no abarca los mismos sujetos que el concepto económico.  Nadie piensa, al hablar de “empresario” en el limpiabotas, ni en el taxista que trabaja con su propio automóvil, en el vendedor ambulante, ni en el humilde labriego. 

Los historiadores, se interesan más por ciertos tipos empresariales específicos, tales como el americano de los tiempos de Jefferson, el de la industria pesada alemana en la época de Guillermo II, el correspondiente a la industria textil de Nueva Inglaterra en las décadas que precedieron a la Primera Guerra Mundial, el de la haute finance (altas finanzas) protestante de Paris el de empresario autodidacta etc. 

10. Método de la economía política

     La economía no utiliza el método de la lógica ni el de las matemáticas. No se limita a formular puros razonamientos apriorísticos, desligados por completo de la realidad.  Se plantea supuestos concretos siempre y cuando sus análisis permita una mejor comprensión de los fenómenos reales.   La economía formula sus enseñanzas entrelazando el conocimiento apriorístico con el examen e interpretación de la realidad. 

Una cosa es la economía y otra la historia económica. Nunca ambas disciplinas deben confundirse.  Todo teorema económico resulta valido y exacto en cualquier supuesto en el que concurran las circunstancias previstas por el mismo. 

Ninguna referencia a cuestiones históricas o empíricas puede invalidar la afirmación de que la gente trabaja conscientemente para alcanzar ciertos objetivos deseados.  Todo conocimiento, por mínimo que sea, ha de adquirirlo el hombre fatalmente por vía de la razón. 

El hombre no es infalible. Busca siempre la verdad, es decir, aspira a aprehender la realidad lo mas perfectamente que las limitaciones de su mente y razón le permiten. 

No es posible abordar ningún específico ámbito económico si no se le ensambla en una teoría general de la acción.  Los historiadores a menudo se equivocan a este respecto.  Propenden a inventar los teoremas que mejor les convienen. Llegan incluso a olvidar que no se puede deducir ninguna relación causal del estudio de los fenómenos complejos. Vana es su pretensión de analizar la realidad sin apoyarse en lo que ellos califican de ideas preconcebidas.  En realidad, aplican sin darse cuenta doctrinas populares hace tiempo desenmascaradas como falaces y contradictorias. 

11. Las limitaciones de los conceptos praxeológicos

     Si estuviera plenamente satisfecho, no actuaria, y si fuera omnipotente, habría enteramente suprimido, de golpe la causa de su insatisfacción.  El ente todopoderoso no tiene por que elegir diferentes insatisfacciones. 
La acción es un despliegue de potencia y control limitados.  Es una manifestación del hombre, cuyo poder esta restringido por las limitaciones de su mente, por las exigencias fisiológicas de su cuerpo, por las realidades del medio en que opera y por la escasez de aquellos bienes de los que su bienestar depende. 
Vida y perfección son conceptos incompatibles ente si; pero igualmente lo son los de perfección y muerte.

El ser vivo no es perfecto por cuanto cambia; pero el muerto tampoco es perfecto porque le falta la vida. 
Los utópicos, sin embargo, prefirieron siempre desentenderse de la verdadera naturaleza humana y de las inmodificables circunstancias que informan la vida en este planeta.   Marx pasa enteramente por alto la escasez de los factores materiales de la producción.  

La estabilización y la seguridad constituyen las populares quimeras del momento.

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