sábado, 5 de agosto de 2017

Escuela Austriaca de Economía I.



GÉNESIS, ESENCIA Y EVOLUCIÓN DE LA ESCUELA AUSTRIACA DE ECONOMÍA

Jesús Huerta de Soto

CAPITULO I

(Comentarios de Juan Carlos Luna Aguilera)







Lo que distingue a la Escuela Austriaca y habrá de proporcionarle fama inmortal es precisamente el hecho de haber desarrollado una teoría de la acción económica y no de la “no acción” o “equilibrio económico”.
Ludwig Von Mises
Notes and Recollections
1978.

     En el recorrido del presente trabajo se desarrollará la evolución e influencia de la Escuela Austriaca de Economía, el trabajo se dividirá en tres partes, la primera analizara el origen y evolución histórica de la Escuela Austriaca; en la segunda parte se explicará los principios diferenciadores y en especial la teoría dinámica de la coordinación empresarial en los mercados, y para terminar estudiaremos de qué manera el programa de investigación de la Escuela Austriaca puede aplicarse fructíferamente y potenciar el desarrollo de las distintas y más importantes áreas de la Ciencia Económica.

I.                    El progreso histórico de formación de la Escuela Austriaca:

     La Escuela Austriaca de Economía nace en 1871, con la publicación del libro de Carl Menger quien vivió de 1840 a 1921, titulado Principios de Economía Política. Menger recoge una tradición estudiada, que en la Europa continental se remonta a los estudios de los escolásticos españoles de la Escuela de Salamanca.

La influencia intelectual de los teóricos españoles sobre la Escuela Austriaca no es una mera coincidencia o puro capricho de la historia, sino que tiene su origen y razón de ser en las intimas relaciones históricas, políticas y culturales que, a partir de Carlos V y de su hermano Fernando I, surgieron entre España y Austria, que habrían de mantenerse durante varios siglos, y en las que también jugó un papel importantísimo Italia, como puente cultural a través del cual fluían las relaciones intelectuales entre ambos extremos del imperio (España y Viena).

Menger, desde los inicios se dio cuenta que la teoría clásica de la determinación de los precios, tal y como la misma había sido elaborada por Adam Smith y sus seguidores anglosajones, dejaba mucho que desear.

A los 31 años de edad, como cuenta Hayek Menger escribió un libro que lo llevo a establecer los nuevos principios sobre los que él estimaba habría de reedificarse toda la Ciencia Económica.  Estos principios serán, esencialmente, el desarrollo de una Ciencia Económica siempre basada en el ser humano actor creativo y protagonista de todos los procesos y eventos sociales (subjetivismo), así como la creación, sobre la base del subjetivismo y por primera vez en la historia del pensamiento humano, de toda una teoría formal sobre el surgimiento espontaneo y evolución de todas las instituciones sociales.

El concepto de subjetivismo en la Escuela Austriaca: la concepción de la acción como conjunto de etapas subjetivas, la teoría subjetiva del valor y la ley de la utilidad marginal.

     La idea más importante de Menger radica en construir toda la economía partiendo del ser humano, actor creativo y protagonista de todos los procesos sociales.

Menger considera imprescindible abandonar el estéril “objetivismo” de la escuela clásica anglosajona, obsesionada por la supuesta existencia de entes externos de tipo objetivo, debiendo el científico de la economía situarse, por el contrario, siempre en la perspectiva subjetiva del ser humano que actúa, de manera que dicha perspectiva habrá de influir determinantemente e inevitablemente en la forma de elaborar todas las teorías económicas, en su contenido científico y en sus conclusiones y resultados prácticos.

Quizá una de las manifestaciones más típicas y originales de este nuevo subjetivismo que propone Menger haya sido su “teoría sobre los bienes económicos”. Para Menger, son “bienes económicos de primero orden” los bienes de consumo, es decir, aquellos que subjetivamente satisfacen directamente las necesidades humanas y, por tanto, constituyen, en el contexto subjetivo y especifico de cada acción, el fin último que el actor pretende alcanzar. Para lograr estos fines, bienes de consumo o bienes económicos de primer orden, es preciso haber pasado con carácter previo por una serie de etapas intermedias, que Menger denomina “bienes económicos de orden superior”, siendo el orden de cada etapa más elevado conforme más alejada se encuentre la misma del bien final de consumo.

La idea seminal de Menger es lógica ya que su concepción subjetivista, está dada por la visión que hay en todo ser humano de alcanzar fines que son de valor únicamente para él.  El individuo para alcanzar su propio fin, busca medios que le serán útiles para lograrlo.  Así, desde el punto de vista subjetivo del actor, por primera vez en la Ciencia Económica, y gracias a Menger, se teoriza sobre la base de un proceso de acción constituido por una serie de etapas intermedias que emprende, lleva a cabo y trata de culminar el actor hasta lograr el fin o bien final de consumo que se propone.

El subjetivismo explica la razón por la cual los austriacos dan una gran importancia al tiempo en el desarrollo de sus teorías, pero entendido no en el sentido meramente paramétrico, newtoniano, físico o analógico del paradigma neoclásico, sino en su concepción subjetiva y tal como es sentido y experimentado por el actor conforme actúa, es decir, proyecta, emprende y culmina cada una de las etapas de su proceso de acción.

Todo ser humano, por tanto, al actuar, pretende alcanzar unos determinados fines que habrá descubierto que son importantes para él.  Denominamos valor a la apreciación subjetiva, psíquicamente más o menos intensa, que el actor da a su fin; Medio es todo aquello que el actor subjetivamente cree que es adecuado para lograr el fin.  Llamamos utilidad a la apreciación subjetiva que el actor da al medio, función del valor del fin que el actor piensa que aquel medio le permitirá alcanzar. En este sentido, valor y utilidad son las dos caras de una misma moneda, ya que el valor subjetivo que el actor da al fin que persigue se proyecta al medio que cree útil para lograrlo, precisamente a través del concepto de utilidad.

La teoría subjetivista del valor y el descubrimiento de la ley de la utilidad marginal no son sino el evidente corolario de la concepción subjetivista del proceso de acción que debemos exclusivamente a Menger y que el ser humano actor, a lo largo de una serie de etapas, valora los medios en función del fin que cree que los mismos le permitirán alcanzar, efectuándose dicha valoración no de manera global, sino en función de las distintas unidades intercambiables de medio que sean relevantes en el contexto de cada acción concreta.

El actor tendera a valorar cada una de las unidades intercambiables de medio en función del valor que la última de ellas tenga en su escala valorativa, puesto que de perder una unidad o de lograr una unidad más de medio, la correspondiente utilidad que se pierda o gane vendrá dada en función del valor que en la escala valorativa individual tenga el fin que pueda perderse o ganarse como consecuencia de esa última unidad.

     Es muy significativo observar como Frank H. Knight juzga que la teoría de Menger sobre los bienes económicos de primer orden y de orden superior es una de sus aportaciones menos relevantes.

Esta afirmación de Knight pone de manifiesto las insuficiencias teóricas de su propio esquema conceptual, y en general de la Escuela de Chicago por él fundada, para la cual el proceso de producción es objetivo e instantáneo, el tiempo no juega ningún papel que no sea el meramente paramétrico, y la creatividad e incertidumbre propias de todo acto empresarial se encuentra eliminadas de raíz por el equilibrio ricardiano en el que centran sus, por tanto, forzosamente estériles investigaciones.   

La Escuela Austriaca, por tanto, la ley de utilidad marginal nada tiene que ver con la saciedad fisiológica de las necesidades ni con la psicología, sino que es una ley estrictamente praxeológica, es decir inserta en la propia lógica de toda acción humana.

La teoría económica de las instituciones sociales:

     La segunda aportación esencial de Menger consiste en haber explicado teóricamente el surgimiento espontaneo y evolutivo de las instituciones sociales a partir de la propia concepción subjetiva de la acción y de la interacción humanas.

     No hay que olvidar que el primer teórico en enunciar completamente la ley de la utilidad marginal, siguiendo la tradición subjetivista de los escolásticos españoles de los siglos XVI y XVII, fue el español Jaime Balmes, que 27 años antes que el propio Menger, no solo resolvió la paradoja del valor de los economistas clásicos ingleses, sino que además expuso con todo detalle la teoría subjetiva del valor basada en la utilidad marginal en su notabilísimo artículo publicado el 7 de septiembre de 1844, titulado “Verdadera idea del valor o reflexiones sobre el origen, naturaleza y variedad de los precios”.

Menger descubre que el surgimiento de las instituciones es el resultado de un proceso social constituido por una multiplicidad de acciones humanas y liderado por una serie de seres humanos concretos de carne y hueso que, en sus circunstancias históricas particulares de tiempo y lugar, son capaces de descubrir antes que los demás que logran más fácilmente sus fines realizando determinados comportamientos pautados.

Aunque Menger desarrolla su teoría aplicándola a una institución económica concreta, la del surgimiento del dinero, también menciona que el mismo esquema teórico esencial puede aplicarse, sin mayores dificultades, a las instituciones jurídicas y también al surgimiento y evolución del lenguaje.

Esto tiene relevancia ya que se demuestra que las instituciones sociales más importantes y esenciales para la vida del hombre en sociedad no han podido ser creadas deliberadamente por el hombre mismo, por carecer este de la necesaria capacidad intelectual para asimilar el enorme volumen de información dispersa que las mismas conllevan, sino que han ido surgiendo de forma espontánea y evolutiva del proceso social de interacciones humanas y para Menger y los austriacos constituye el campo que ha de ser el objeto de investigación de la Ciencia Económica.

     El propio Menger expresa de la siguiente manera la pregunta que pretende contestar en su programa de investigación científica para la economía: ¿Cómo es posible que las instituciones que mejor sirven al bien común y que son más extremadamente significativas para su desarrollo hayan surgido sin la intervención de una voluntad común y deliberada para crearlas?

Causo a Menger gran frustración que su aporte no fuese comprendido por los teóricos de la Escuela Histórica alemana, suponiendo estos que la teoría de Menger era un desafío al historicismo.  Surgió de esta forma el famoso debate sobre el método, que hubo de ocupar gran tiempo de Menger, siendo este junto con el debate sobre la imposibilidad del cálculo económico socialista, una de las dos polémicas más importantes y preñadas de consecuencias en toda la historia del pensamiento económico.

     Para Menger, por tanto, las instituciones sociales son, sin duda, resultado de la interacción de muchos seres humanos, pero no han sido diseñadas ni organizadas conscientemente ni deliberadamente por ninguno de ellos.


     Existen tres formas de comprender el termino “historicismo”. El primero, el identificado con la escuela histórica del derecho (Savigny y Burke), el cual es opuesto al racionalismo cartesiano, es el defendido por la Escuela Austriaca en su análisis teórico de las instituciones. El segundo es el de la escuela histórica de la económica de los alemanes del siglo XIX y de los institucionalistas americanos del siglo XX, que niegan la posibilidad de la existencia de una teoría económica abstracta de validez universal, tal y como defendía Menger y los economistas austriacos. El tercer tipo de historicismo es el que se encuentra en la base del positivismo metodológico que pretende recurrir a la observación empírica (historia) para falsar o contrastar teorías y que, de acuerdo con Hayek, no es sino una manifestación más del racionalismo cartesiano que tanto critican los austriacos.  

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