TRATADO DE ECONOMÍA POLÍTICA
Juan Bautista Say
“De las salidas (de manda)”
Suelen decir los empresarios de
los diversos ramos de industria que no está la dificultad en producir sino en
vender, y que nunca dejaría de producirse bastante mercancía si se pudiese
hallar fácilmente su despacho. Cuando el
empleo de sus productos es lento, difícil y poco ventajoso, dicen que escasea el dinero.
El objeto de sus deseos es un consumo activo que multiplique las ventas y
sostenga los precios. Más si se les
pregunta qué circunstancias y que causas son favorables al empleo de sus
productos, se nota que por la mayor parte tienen ideas confusas sobre estas
materia; que observan mal los hechos y los explica peor; que tienen por
constante lo que es dudoso; que desean lo que es directamente contrario a sus
intereses; y que procuran obtener del gobierno una protección fecunda en malos
resultados.
Para formar ideas más seguras y de una aplicación de orden superior, con
respecto a lo que proporcionada salida a los productos de la industria,
continuemos el análisis de los hechos aprendido por el mismo medio; y quizá descubriremos
verdades nuevas. Importantes, propias para ilustrar a los hombres industriosos
acerca de sus deseos, y de tal naturaleza que aseguren el acierto de los
gobiernos que deseen protegerlos.
El hombre cuya industria se aplica a dar valor a las cosas, disponiéndolas de
modo que tengan un uso cualquieras que sea, no puede esperar que sea apreciado
y pagado este valor sino donde haya otros hombres que tengan medios para
adquirirlo. ¿Y en qué consisten estos
medios? En otros valores y productos, fruto de su industria, de sus capitales y
de sus tierras; de donde resulta, aunque a primera vista parezcan una paradoja,
que la producción es la que da salida a los productos.
Si dijese un mercader de telas: Yo no pido otros productos en lugar de los míos,
sino solamente dinero; se le demostraría con facilidad que si su
comprador se pone en estado de pagarle en dinero, es a consecuencia de las mercancías
que él vende también por su parte. Un arrendador se le podrá decir comprara las
telas de ud, si tiene buenas cosechas y serán tantas mas las que compre cuanto más
haya producido. Si nada produce, nada podrá
comprar.
Ud. Mismo no puede comprarle su trigo a sus lanas, sino en cuanto produce
telas. Se empeña ud. En que lo necesita es dinero y yo le digo que
son otros productos. En efecto, ¿para
qué quiere ud. el dinero? ¿No es con el objeto de comprar primeras materias
para su industria, o comestibles para su consumo? Con que lo que ud. necesita
son productos y no dinero. La moneda que haya hecho de los productos de otro, servirá
dentro de un momento para el mismo uso entre otros dos contratantes; después servirá
para otros y otros en una serie progresiva que no acabara jamás; del mismo modo
que un carruaje, que después de haber trasportado el producto que ud. Haya
vendido, transporta otro, en seguida otro, y así sucesivamente.
Cuando ud. No vende fácilmente sus productos ¿dice por ventura que es porque
los compradores no tiene carruajes para llevárselos? Pues cabalmente el dinero no
es más que el carruaje del valor de los productos. Todo su uso se ha reducido a acarrear a casa
de ud, el valor de los productos que había vendido el comprador para comprar
los que ud; y así mismo trasportará a casa de aquel a quien ud haga una compra
por el valor que los productos que haya vendido a otros.
Compra ud pues, y compran todos, las cosas que necesitan con el valor de
sus productos, transformando momentáneamente en una suma de dinero. De lo contrario ¿Cómo se podrían comprar
ahora en Francia, en el espacio de un año, seis u ocho veces más cosas que las
que se compraban en el miserable reinado de Carlos VI?
Es evidente que sucede esto porque se producen en ella seis u ocho veces
más cosas que antes, y porque se compran estas cosas unas con otras.
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