GÉNESIS, ESENCIA Y EVOLUCIÓN DE LA ESCUELA AUSTRIACA DE
ECONOMÍA
Jesús Huerta de Soto
CAPITULO I
(Comentarios de Juan
Carlos Luna Aguilera)
Lo que distingue a la Escuela
Austriaca y habrá de proporcionarle fama inmortal es precisamente el hecho de
haber desarrollado una teoría de la acción económica y no de la “no acción” o
“equilibrio económico”.
Ludwig Von Mises
Notes and Recollections
1978.
En el recorrido del presente
trabajo se desarrollará la evolución e influencia de la Escuela Austriaca de
Economía, el trabajo se dividirá en tres partes, la primera analizara el origen
y evolución histórica de la Escuela Austriaca; en la segunda parte se explicará
los principios diferenciadores y en especial la teoría dinámica de la
coordinación empresarial en los mercados, y para terminar estudiaremos de qué
manera el programa de investigación de la Escuela Austriaca puede aplicarse
fructíferamente y potenciar el desarrollo de las distintas y más importantes
áreas de la Ciencia Económica.
I.
El progreso histórico de formación de la Escuela
Austriaca:
La Escuela Austriaca de Economía nace en
1871, con la publicación del libro de Carl Menger quien vivió de 1840 a 1921,
titulado Principios de Economía Política. Menger recoge una tradición
estudiada, que en la Europa continental se remonta a los estudios de los
escolásticos españoles de la Escuela de Salamanca.
La influencia intelectual de los teóricos españoles
sobre la Escuela Austriaca no es una mera coincidencia o puro capricho de la
historia, sino que tiene su origen y razón de ser en las intimas relaciones
históricas, políticas y culturales que, a partir de Carlos V y de su hermano
Fernando I, surgieron entre España y Austria, que habrían de mantenerse durante
varios siglos, y en las que también jugó un papel importantísimo Italia, como
puente cultural a través del cual fluían las relaciones intelectuales entre
ambos extremos del imperio (España y Viena).
Menger,
desde los inicios se dio cuenta que la teoría clásica de la determinación de
los precios, tal y como la misma había sido elaborada por Adam Smith y sus
seguidores anglosajones, dejaba mucho que desear.
A los 31
años de edad, como cuenta Hayek Menger escribió un libro que lo llevo a
establecer los nuevos principios sobre los que él estimaba habría de
reedificarse toda la Ciencia Económica.
Estos principios serán, esencialmente, el desarrollo de una Ciencia
Económica siempre basada en el ser humano actor creativo y protagonista de
todos los procesos y eventos sociales (subjetivismo), así como la creación,
sobre la base del subjetivismo y por primera vez en la historia del pensamiento
humano, de toda una teoría formal sobre el surgimiento espontaneo y evolución
de todas las instituciones sociales.
El concepto
de subjetivismo en la Escuela Austriaca: la concepción de la acción como
conjunto de etapas subjetivas, la teoría subjetiva del valor y la ley de la
utilidad marginal.
La idea más importante de Menger radica en
construir toda la economía partiendo del ser humano, actor creativo y
protagonista de todos los procesos sociales.
Menger
considera imprescindible abandonar el estéril “objetivismo” de la escuela
clásica anglosajona, obsesionada por la supuesta existencia de entes externos
de tipo objetivo, debiendo el científico de la economía situarse, por el
contrario, siempre en la perspectiva subjetiva del ser humano que actúa, de
manera que dicha perspectiva habrá de influir determinantemente e
inevitablemente en la forma de elaborar todas las teorías económicas, en su
contenido científico y en sus conclusiones y resultados prácticos.
Quizá una
de las manifestaciones más típicas y originales de este nuevo subjetivismo que
propone Menger haya sido su “teoría sobre los bienes económicos”. Para Menger,
son “bienes económicos de primero orden” los bienes de consumo, es decir,
aquellos que subjetivamente satisfacen directamente las necesidades humanas y,
por tanto, constituyen, en el contexto subjetivo y especifico de cada acción,
el fin último que el actor pretende alcanzar. Para lograr estos fines, bienes
de consumo o bienes económicos de primer orden, es preciso haber pasado con
carácter previo por una serie de etapas intermedias, que Menger denomina
“bienes económicos de orden superior”, siendo el orden de cada etapa más
elevado conforme más alejada se encuentre la misma del bien final de consumo.
La idea
seminal de Menger es lógica ya que su concepción subjetivista, está dada por la
visión que hay en todo ser humano de alcanzar fines que son de valor únicamente
para él. El individuo para alcanzar su
propio fin, busca medios que le serán útiles para lograrlo. Así, desde el punto de vista subjetivo del
actor, por primera vez en la Ciencia Económica, y gracias a Menger, se teoriza
sobre la base de un proceso de acción constituido por una serie de etapas
intermedias que emprende, lleva a cabo y trata de culminar el actor hasta
lograr el fin o bien final de consumo que se propone.
El subjetivismo explica la razón por la cual los
austriacos dan una gran importancia al tiempo en el desarrollo de sus teorías,
pero entendido no en el sentido meramente paramétrico, newtoniano, físico o
analógico del paradigma neoclásico, sino en su concepción subjetiva y tal como
es sentido y experimentado por el actor conforme actúa, es decir, proyecta,
emprende y culmina cada una de las etapas de su proceso de acción.
Todo ser
humano, por tanto, al actuar, pretende alcanzar unos determinados fines que habrá
descubierto que son importantes para él. Denominamos valor a la apreciación subjetiva, psíquicamente
más o menos intensa, que el actor da a su fin; Medio es todo aquello que el
actor subjetivamente cree que es adecuado para lograr el fin. Llamamos utilidad a la apreciación subjetiva
que el actor da al medio, función del valor del fin que el actor piensa que
aquel medio le permitirá alcanzar. En este sentido, valor y utilidad son las
dos caras de una misma moneda, ya que el valor subjetivo que el actor da al fin
que persigue se proyecta al medio que cree útil para lograrlo, precisamente a través
del concepto de utilidad.
La teoría subjetivista
del valor y el descubrimiento de la ley de la utilidad marginal no son sino el
evidente corolario de la concepción subjetivista del proceso de acción que
debemos exclusivamente a Menger y que el ser humano actor, a lo largo de una
serie de etapas, valora los medios en función del fin que cree que los mismos
le permitirán alcanzar, efectuándose dicha valoración no de manera global, sino
en función de las distintas unidades intercambiables de medio que sean
relevantes en el contexto de cada acción concreta.
El actor
tendera a valorar cada una de las unidades intercambiables de medio en función del
valor que la última de ellas tenga en su escala valorativa, puesto que de perder
una unidad o de lograr una unidad más de medio, la correspondiente utilidad que
se pierda o gane vendrá dada en función del valor que en la escala valorativa individual
tenga el fin que pueda perderse o ganarse como consecuencia de esa última
unidad.
Es muy significativo
observar como Frank H. Knight juzga que la teoría de Menger sobre los bienes económicos
de primer orden y de orden superior es una de sus aportaciones menos
relevantes.
Esta afirmación de Knight pone de manifiesto las insuficiencias teóricas
de su propio esquema conceptual, y en general de la Escuela de Chicago por él
fundada, para la cual el proceso de producción es objetivo e instantáneo, el
tiempo no juega ningún papel que no sea el meramente paramétrico, y la creatividad
e incertidumbre propias de todo acto empresarial se encuentra eliminadas de raíz
por el equilibrio ricardiano en el que centran sus, por tanto, forzosamente estériles
investigaciones.
La Escuela
Austriaca, por tanto, la ley de utilidad marginal nada tiene que ver con la
saciedad fisiológica de las necesidades ni con la psicología, sino que es una
ley estrictamente praxeológica, es decir inserta en la propia lógica de toda acción
humana.
La teoría económica
de las instituciones sociales:
La segunda aportación esencial de Menger
consiste en haber explicado teóricamente el surgimiento espontaneo y evolutivo
de las instituciones sociales a partir de la propia concepción subjetiva de la acción
y de la interacción humanas.
No hay que
olvidar que el primer teórico en enunciar completamente la ley de la utilidad
marginal, siguiendo la tradición subjetivista de los escolásticos españoles de
los siglos XVI y XVII, fue el español Jaime Balmes, que 27 años antes que el
propio Menger, no solo resolvió la paradoja del valor de los economistas clásicos
ingleses, sino que además expuso con todo detalle la teoría subjetiva del valor
basada en la utilidad marginal en su notabilísimo artículo publicado el 7 de septiembre
de 1844, titulado “Verdadera idea del valor o reflexiones sobre el origen,
naturaleza y variedad de los precios”.
Menger
descubre que el surgimiento de las instituciones es el resultado de un proceso
social constituido por una multiplicidad de acciones humanas y liderado por una
serie de seres humanos concretos de carne y hueso que, en sus circunstancias históricas
particulares de tiempo y lugar, son capaces de descubrir antes que los demás
que logran más fácilmente sus fines realizando determinados comportamientos
pautados.
Aunque
Menger desarrolla su teoría aplicándola a una institución económica concreta,
la del surgimiento del dinero, también menciona que el mismo esquema teórico
esencial puede aplicarse, sin mayores dificultades, a las instituciones jurídicas
y también al surgimiento y evolución del lenguaje.
Esto tiene
relevancia ya que se demuestra que las instituciones sociales más importantes y
esenciales para la vida del hombre en sociedad no han podido ser creadas
deliberadamente por el hombre mismo, por carecer este de la necesaria capacidad
intelectual para asimilar el enorme volumen de información dispersa que las
mismas conllevan, sino que han ido surgiendo de forma espontánea y evolutiva
del proceso social de interacciones humanas y para Menger y los austriacos
constituye el campo que ha de ser el objeto de investigación de la Ciencia Económica.
El propio
Menger expresa de la siguiente manera la pregunta que pretende contestar en su
programa de investigación científica para la economía: ¿Cómo es posible que las
instituciones que mejor sirven al bien común y que son más extremadamente
significativas para su desarrollo hayan surgido sin la intervención de una
voluntad común y deliberada para crearlas?
Causo a
Menger gran frustración que su aporte no fuese comprendido por los teóricos de
la Escuela Histórica alemana, suponiendo estos que la teoría de Menger era un desafío
al historicismo. Surgió de esta forma el
famoso debate sobre el método, que hubo de ocupar gran tiempo de Menger, siendo
este junto con el debate sobre la imposibilidad del cálculo económico socialista,
una de las dos polémicas más importantes y preñadas de consecuencias en toda la
historia del pensamiento económico.
Para
Menger, por tanto, las instituciones sociales son, sin duda, resultado de la interacción
de muchos seres humanos, pero no han sido diseñadas ni organizadas
conscientemente ni deliberadamente por ninguno de ellos.
Existen
tres formas de comprender el termino “historicismo”. El primero, el
identificado con la escuela histórica del derecho (Savigny y Burke), el cual es
opuesto al racionalismo cartesiano, es el defendido por la Escuela Austriaca en
su análisis teórico de las instituciones. El segundo es el de la escuela histórica
de la económica de los alemanes del siglo XIX y de los institucionalistas americanos
del siglo XX, que niegan la posibilidad de la existencia de una teoría económica
abstracta de validez universal, tal y como defendía Menger y los economistas
austriacos. El tercer tipo de historicismo es el que se encuentra en la base
del positivismo metodológico que pretende recurrir a la observación empírica
(historia) para falsar o contrastar teorías y que, de acuerdo con Hayek, no es
sino una manifestación más del racionalismo cartesiano que tanto critican los
austriacos.
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