domingo, 27 de septiembre de 2015

CAPITULO 3. LOS FUNDAMENTOS DE LA LIBERTA. F.A. HAYEK

LOS FUNDAMENTOS DE LA LIBERTAD

Friedrich A. Hayek

PRIMERA PARTE

EL VALOR DE LA LIBERTAD




Capitulo 3. Progreso y sentido común.



1.      Progreso y sentido común.

      Hoy la mayor parte del mundo tiene sus esperanzas puestas en el continuo progreso, es común plantease entre los intelectuales si existe tal cosa o al menos si el progreso es deseable.

En un sentido, la civilización es progreso y el progreso es civilización. La conservación de la clase de civilización que conocemos depende de la actuación de fuerzas que en condiciones favorables provocan progreso.

La historia de la civilización es el relato del progreso,  la civilización comenzó, cuando el hombre se dedico a la vida ciudadana.  Todas las consabidas quejas contra la industrialización, el capitalismo o el elevado refinamiento son principalmente protestas contra una nueva forma de vida que el hombre emprendió poco tiempo ha, después de más de medio millón de años de existencia como cazador errante, y que creó problemas que todavía no ha resuelto.

2.      Progreso y mejora.

     La evolución social no puede denominarse progreso, dado que no se logra por la razón humana esforzándose por medios conocidos hacia un objetivo fijo.  Sería más correcto pensar en el progreso como un proceso de formación y modificación del intelecto humano; un proceso de adaptación y aprendizaje. El progreso consiste en el descubrimiento de lo que todavía no es conocido, sus consecuencias deben ser impredecibles.  La razón humana no puede predecir ni dar forma a su propio futuro.  Sus progresos consisten en encontrar donde estaba el error.

Las teorías del progreso estas, pues, diferenciadas en dos distintos tipos, correspondientes a dos tipos políticos radicalmente opuestos y que ejercen su atracción sobre temperamentos antagónicos.  Uno de los tipos lo constituyen los idealistas y socialistas constructivistas, que pueden nombrar todas las calles y torres de la “ciudad dorada”,  que imaginan como si estuviese situada justamente al otro lado del promontorio.  El desarrollo del hombre es un circuito cerrado, sus fases se conocen y están al alcance.   El otro tipo lo integran aquellos que, a la vista de la gradual ascensión del hombre, creen que por la misma interrelación de fuerzas que le han conducido tan lejos y mediante un posterior desarrollo de la libertad, para cuya obtención ha luchado, se moverá lentamente hacia condiciones de creciente armonía y felicidad.  Aquí el proceso de desarrollo es indefinido; sus etapas son desconocidas y se sitúan en el remoto futuro.  La libertad individual dual es la fuerza motriz y su correspondiente teoría política es el liberalismo.

El intento de hacer que la ciencia apunte deliberadamente al conocimiento útil o, lo que es lo mismo, al conocimiento cuya utilización futura puede preverse, es lo mismo que impedir el progreso.  El progreso, por su propia naturaleza, no admite planificación.   

También a menudo el conocer más nos hace más tristes.  Aunque el progreso consiste en lograr cosas por las que hemos estado esforzándonos, ello no significa que a todos les agraden los resultados o que todos resulten gananciosos.  El progreso, es un término que dice poco acerca de si la nueva situación nos dará más satisfacción que la vieja.

La inteligencia humana no se prueba a si misma mediante los frutos de los sucesos pasados, sino con los del presente y con los del futuro.  En una sociedad estacionaria, el número de los que progresan equivaldría aproximadamente al de los que retroceden.

Una de las realidades más características de la sociedad progresiva es que la mayoría de las cosas que los individuos se esfuerzan por obtener tan solo pueden conseguirse a través de mayores adelantos. Las nuevas posibilidades llegan a ser posesión común solo a través de ese lento proceso en cuya virtud los logros de los pocos se hacen obtenibles para los muchos.   Tienen que pasar a través de un dilatado proceso de adaptación, combinación y mejoramiento antes de que se puedan utilizar por completo.  Esto significa que siempre existirán gentes que se beneficien de las nuevas conquistas con antelación al resto de los mortales.

3.      Progreso y desigualdad

     El rápido progreso económico con que contamos parece ser en gran medida el resultado de la aludida desigualdad y resultaría imposible sin ella.   La elevación de nuestro nivel de vida al menos se debe en gran parte a un incremento del conocimiento que facilita no solamente el mero consumo de mayores cantidades de las mismas cosas, sino la utilización de cosas diferentes y otras que a menudo no cocinamos antes.

El desarrollo del conocimiento goza de tan especial importancia porque, mientras que los recursos materiales permanecen escasos y han de reservarse para propósitos limitados, los usos del nuevo conocimiento (donde no se reduzcan artificialmente mediante patentes de monopolio) carecen de límites. A través de este libre uso del conocimiento, adquirido por la experiencia de algunos de los miembros de la sociedad, se hace posible el progreso general.  Los logros de aquellos que han marchado a la cabeza facilitan el avance de los que les siguen.  “Los lujos de hoy son las necesidades del mañana”.

Si hoy en día los países más ricos pueden suministrar en gran medida bienes y servicios, cuya gran mayoría no hace mucho tiempo era físicamente imposible producir en tal cantidad, es consecuencia directa de que primeramente tales bienes y servicios fueron puestos a disposición de unos pocos primero.

El camino al progreso se facilita grandemente por el hecho de que otros lo hayan recorrido antes. Muchas de las mejoras no hubieran llegado ciertamente a constituir una posibilidad para todos sin haber sido obtenidas antes por algunos.

4.      Experiencias respecto al modo de vivir

     En una sociedad progresiva, tal y como la conocemos hoy, los comparativamente ricos se hallan a la cabeza del reto en lo tocante a las ventajas materiales de que disfrutan, viven ya dentro de una fase de evolución que los otros no han alcanzado todavía.  Para que una sociedad continúe progresando es ineludible que algunos dirijan y sean seguidos por el resto.

No hay forma de hacer generalmente accesibles las nuevas y todavía costosas formas de vida, excepto mediante el sistema del ensayo o prueba inicial por algunos.  En definitiva, para que una sociedad planificada lograse el mismo índice de progreso que una sociedad libre, el grado de desigualdad prevalente no sería muy distinto.

No es posible calcular el grado de desigualdad deseable en una sociedad libre. Al fin y al cabo, la existencia de grupos que se mantienen a la cabeza de los restantes es una ventaja para los que van detrás, de la misma forma que a todos nos aprovecharía grandemente el hecho de que pronto pudiéramos procurarnos el más avanzado conocimiento obtenido bajo mas favorables condiciones por otros seres en un continente anteriormente desconoció o en otro planeta.

5.      Aspectos internacionales.
    
     Es difícil discutir desapasionadamente el problema de la igualdad cuando afecta a los miembros de nuestra propia comunidad.   

La circunstancia de que los pueblos occidentales dispongan de más riqueza que los demás tan solo en parte es debida a una mayor acumulación de capital.  La razón se ha dado principalmente a la utilización más efectiva del conocimiento.

Los pueblos occidentales no solo son más ricos porque están más adelantados en conocimientos tecnológicos, sino que poseen conocimientos tecnológicos más adelantados porque son más ricos.

En relación con lo anterior, merece la pena recordar que las clases económicamente más avanzadas son las que hacen factible que un país tome la delantera en el progreso mundial.

6.      Redistribución y velocidad del progreso.

     Desde luego, aquella sociedad que permita tan solo el encumbramiento de los privilegiados políticos o en la que quienes primeramente se encumbraron, tras obtener el poder, lo utilicen para mantener sojuzgados al resto de las gentes, no es mejor que la sociedad igualitaria.  La resistencia opuesta a la mejora de algunos constituye a la larga un obstáculo para la prosperidad de todos y no daña menos al verdadero interés de la masa, por mucho que satisfaga las momentáneas pasiones de esta.

7.      Progreso material y restantes valores.

     Con respecto a los más avanzados países de Occidente, a veces se arguye que el progreso es demasiado rápido o exclusivamente material. Probablemente estos dos aspectos están relacionados íntimamente.  Las épocas de muy rápido progreso material raramente han sido periodos de gran florecimiento en las artes.   Quizá sea natural que tras los periodos de rápido incremento de la riqueza tenga lugar un movimiento hacia lo inmaterial, o que cuando la actividad económica ya no ofrece la fascinación del rápido progreso, algunos de los hombres mejor dotados se vuelvan hacia la consecución de otros valores.

Para algunos este progreso constituye una completa tragedia, y para cuantos preferirían vivir de los frutos del pasado sin tomar parte en la futura carrera, el progreso entraña una maldición más bien que una bendición.

Si abandonamos el progreso, tendremos que prescindir de todas esas mejoras sociales en las que hoy tenemos nuestras esperanzas.  Todos los anhelos adelantados en materia de educación y de sanidad, así como la realización de nuestros deseos de que al menos gran parte de los pueblos alcance los objetivos por los que luchan, dependen de la continuación del progreso.  Únicamente hemos de tener siempre presente que suprimir el progreso de la cabeza significaría impedir pronto el de todos los miembros, percatándose así de que realmente es lo único que no debemos querer.

8.      Civilización y progreso continuo.

     Aunque superficialmente pudiera parecer que en la actualidad compiten dos tipos de civilización buscando el favor de los pueblos del mundo, las promesas que ambas ofrecen a las masas, las ventajas que airean, son esencialmente idénticas.  Y aunque tanto los países libres los totalitarios pretenden que sus respectivos métodos satisfarán más rápidamente las apetencias de la gente, el objetivo en si les parece el mismo.  La principal diferencia estriba en que solo los totalitarios saben claramente como quieren lograr esos resultados, mientras que el mundo libre puede mostrar únicamente sus logros pasados, dado que, por su misma naturaleza, es incapaz de ofrecer cualquier plan de tallado para ulterior desarrollo.

Creen, tan firme y tan equivocadamente como lo pobres de cualquier país, que sus objetivos pueden lograrse mediante una redistribución de la riqueza.  Las enseñanzas de Occidente le han confirmado en esta creencia, y a medida que su vigor aumente serán capaces de obtener por la fuerza tal redistribución si el incremento de riqueza que provoca el progreso no es lo bastante rápido.

Las aspiraciones de la gran masa de población del mundo solo pueden satisfacerse mediante un rápido progreso material. De ahí que no solo seamos criaturas del progreso, sino también sus cautivos. 

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